La Divina Liturgia

LA DIVINA LITURGIA

La Santa Misa

según San Germán de París

Vicariato Jean de Saint-Denis de la Iglesia Católica Ortodoxa de Francia
en Buenos Aires

La Divina Liturgia según el antiguo rito de las Galias (suprimido en el siglo IX por el empuje de las tendencias unificadoras de la Iglesia de Roma) pertenece al patrimonio de la Iglesia indivisa, y fue minuciosamente estudiada y restaurada por nuestro fundador, Monseñor Jean de Saint-Denys (1905-1970), que trabajó en ello durante más de veinte años –hasta 1945, año en que se la celebró por primera vez–, y lo hizo a partir de los escritos de San Germán de París (496-576), los más importantes de los cuales fueron encontrados en el monasterio de San Martín de Autun, que contienen la primera descripción conocida de esta liturgia, ardientemente alabada por San Venancio Fortunato, obispo de Poitiers (+600). Esta documentación fue complementada con el estudio de antiguos misales –entre ellos el Missale Gothicum, el Missale Gallicanum Vetus, el Missale Ambrosianum y los misales de Stowe (celta) y de Bobbio–, así como de la obra de Padres de la Iglesia como San Isidoro de Sevilla y otros documentos llegados hasta nuestros días a través del trabajo de muchas generaciones de liturgistas. Con características que la distinguen del rito romano de entonces y de los de las iglesias orientales, esta liturgia tiene marcada similitud con el rito visigótico, vigente en aquel tiempo en la Iglesia de Hispania (España).

La estructura de la Divina Liturgia se presenta bajo tres formas,

según que se trate de:

Liturgia dominical: la que se celebra en días domingo o en las fiestas.

Liturgia ferial: la que se celebra los miércoles –u otros días de semana (“días de feria”)– sin fiesta.

Liturgia vesperal: que se celebra, ocasionalmente, algunas tardes de semana sin fiesta.

Las características de cada una de ellas se explican seguidamente:

LITURGIA DOMINICAL — Forma solemne, que constituye el texto básico de esta publicación.

LITURGIA FERIAL — Durante la Liturgia de los días de semana se suprime lo siguiente:

— El Benedicite (“Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres . . .”).

— El canto “Santo, Santo, Santo el Señor Dios omnipotente . . .”, posterior al Evangelio.

— El Credo.

— La Triple Elevación (“El León de la tribu de Judá, . . .”).

LITURGIA VESPERAL — Presenta la particularidad de combinar el Oficio de Vísperas con la Misa de los días feriales (días de semana), y en ella –además de suprimirse los mismos cantos que en la Liturgia de los días de semana– se producen los siguientes reemplazos:

— El Salmo Cósmico reemplaza al Praelegendum (Canto de Entrada).

— El Salmo Lucernario reemplaza al Alleluia antes del Evangelio.

— El Himno vesperal “Luz Gozosa del Padre” reemplaza al canto del Ofertorio.

— El Magnificat reemplaza al canto de post-comunión “Demos gracias al Señor . . .”.

Dentro del texto se encontrarán específicamente mencionadas cada una de estas diferencias.

El significado de la Divina Liturgia

Se denomina así al acto esencial del culto cristiano, instituido por Nuestro Señor JesuCristo en su Ultima Cena, y transmitido y celebrado por generaciones de apóstoles, mártires, obispos y presbíteros de las Iglesias cristianas. Cada Iglesia local –según la tradición de los primeros siglos, guardada por la fe ortodoxa– tiene su rito particular en la lengua del país, y una manera especial de celebrarlo. La estructura esencial de la Santa Misa es la misma en todas las Iglesias: Palabra de Dios, Cantos inspirados, Plegarias del pueblo, Gran Plegaria Eucarística y Comunión. Pero –como dijimos– cada Iglesia fue creando su propio estilo de celebración. Veamos, seguidamente, la estructura y la significación de la Divina Liturgia según San Germán de París.

LITURGIA DE LOS CATECUMENOS
(Sacramento de la Palabra)

La PREPARACION: Luego de la Preparación de los Dones (momento previo a la Santa Misa en que el presbítero o el diácono preparan en el altar de la Prótesis el pan y el vino que serán consagrados) se efectúa la Entrada del Clero, acompañada por el canto del Praelegendum, que da marco a la Liturgia del día. Sigue a ello la Bendición de la Santa Trinidad y la Colecta, que el celebrante canta para pedir al Señor la gracia especial de ese día.

Tres ritos esenciales ritman la Liturgia de la Palabra: la Palabra de Dios, el Canto del pueblo de Dios, y la Plegaria del pueblo de Dios.

La PALABRA DE DIOS se hace oír por las Lecturas: la Profecía del Antiguo Testamento, la Epístola de los Apóstoles, y el Evangelio de Nuestro Señor JesuCristo.

Venimos a la Iglesia para prepararnos –ante todo– a oír la Palabra de Dios, y nutrirnos de ella. Esta receptividad se expresa por el silencio del pueblo sentado, que oye el canto de las Lecturas con gran atención y con fe.

Luego de las Lecturas sigue el CANTO DEL PUEBLO, en que los fieles intervienen cantando los estribillos, responsorios o antífonas de los cantos del coro. Es un eco de la Palabra, que nos permite dejarla penetrar en nosotros para asimilarla. Es nuestra respuesta a la Palabra de Dios, expresada por cantos bíblicos (primordialmente los Salmos, que son el gran libro de la oración del Pueblo de Dios).

La tercera Lectura es la más solemne: el Evangelio es JesuCristo mismo en su Palabra, su Buena Nueva. Es Cristo mismo quien nos habla directamente por el canto del diácono. La procesión con que el diácono llega hasta el ambón, la actitud de pie, los cirios, el incienso, las señales de la Cruz, el beso del Evangeliario y su bendición, todo eso se dirige no a un libro, sino a la Persona del Verbo Encarnado: Jesús.

La homilía pronunciada por el celebrante no hace más que transmitir el sentido vital de la Palabra de Dios en su contexto litúrgico, para ayudarnos a participar de la Eucaristía.

La PLEGARIA DEL PUEBLO se produce principalmente a través de las Letanías, rezadas por el diácono, que enuncian las diversas y numerosas intenciones, mientras que el pueblo sostiene esa plegaria con la antigua fórmula griega “Kyrie eleison”: Señor, ten piedad.

LITURGIA DE LOS FIELES
(Sacramento de la Eucaristía)

Parte final de la Santa Misa. Luego del Credo tiene lugar el Prefacio del Ofertorio, en que el celebrante expone el sentido de la acción sacramental que se lleva a cabo, e invita a los fieles a participar de manera activa.

La Procesión de los Dones, transportados desde el altar de la Prótesis al altar del Santuario, representa la entrada de Jesús en Jerusalén, donde va a celebrar su Eucaristía pascual.

Durante los Dípticos, o conmemoración de los vivos y los muertos, los fieles presentan sus ofrendas –pan, vino, cirios, incienso, aceite, dípticos, dinero–, es decir todo lo que la Iglesia necesita para cumplir plenamente su liturgia y su misión. El Beso de Paz marca la comunión fraternal necesaria para participar de la Eucaristía.

Y así se llega a la GRAN PLEGARIA EUCARISTICA, o CANON EUCARISTICO, o ANAFORA (que en griego significa “repetición”).

Es el corazón de la Liturgia, el acto pascual del Cristo, representado (es decir, vuelto a presentar a nosotros, que estamos lejos de su venida visible) a través del Pan y del Vino consagrados. Este acto pascual nos hace presente al Cristo inmolado y resucitado en Gloria.

Dentro de la Gran Plegaria Eucarística se encuentran los cinco aspectos esenciales de toda Liturgia (recordemos que liturgia significa en griego “acción del pueblo”). Nada menos pasivo. Es una celebración en que nos reunimos convocados (preparación) para actuar juntos (eucaristía) en relación con la Muerte y la Resurrección del Cristo. Veamos esos cinco aspectos:

1 – ACCION DE GRACIAS: Hemos recibido gracias múltiples, y tenemos que devolver, dar gracias, como la tierra que recibe semillas y da el fruto. Eucaristía significa “acción de gracias”, acción gratuita hecha por amor libre y consciente, opuesta a todo provecho egoísta. Es el reconocimiento de la acción divina, de todas sus maravillas a lo largo de los siglos (afirmadas durante el Año Litúrgico en las Inmolatio), de todos sus dones; y es también nuestra respuesta gratuita, es decir, nuestra ofrenda.

2 – SACRIFICIO u OFRENDA: Sacrificar no significa sufrir, ni privarse de algo, sino literalmente “hacer santo” lo que se ofrece, santificar, consagrar. Todas las ofrendas se resumen en la ofrenda de nuestra presencia y de nosotros mismos, la ofrenda de nuestra vida en respuesta a la Ofrenda del Cristo, a su Sacrificio en la Cruz, donde venció el poder de la muerte y nos hizo pasar del pecado a la santidad de la Vida nueva. La ofrenda se expresa por los gestos de elevación de las manos.

3 – MEMORIAL: Más que simple recuerdo, es la actualización, la representación, la presencia real del pasado, es decir de la Santa Cena en que el Jueves Santo Jesús ofreció su Cuerpo y su Sangre a través del pan y del vino, alimento vital de vida humana y divina. Esto es posible por su Cuerpo glorioso que –ignorando toda limitación de tiempo y espacio– Se presenta a nosotros hoy y aquí, con la fuerza de su Pascua, es decir, de su Muerte vencedora y su Resurrección gloriosa.

4 – PROFECIA: La Liturgia del Memorial anticipa el futuro, y nos hace ya presentes en esperanza a la futura y gloriosa Venida del Cristo. Después de Su venida sufriente en el pasado, viene ya con su Gloria para sembrar en nosotros la simiente de nuestra Resurrección corporal venidera.

5 – COMUNION: Todos estos hechos (Acción de Gracias, Ofrenda sacrificial, Memorial viviente, Profecía) confluyen en la Comunión, la comunicación entre el Cristo y nosotros –y entre nosotros mismos– por la fe y la caridad. Es la Comunión de los Santos, es decir, de los que están santificados por los Sacramentos. La asamblea cristiana se hace comunidad de vida, comunión de Personas divinas y humanas.

El Canon Eucarístico se desarrolla de manera trinitaria: las tres Personas divinas, por su acción, ritman progresivamente la Eucaristía.

Todo, desde el comienzo al final, se dirige al Padre, y viene de El.

Todo pasa por el Hijo, JesuCristo, por las palabras con las cuales instituyó la Eucaristía en su Ultima Cena, y por su ofrenda.

Todo culmina, finalmente, en el descenso del Espíritu Santo, que invocamos sobre la asamblea de los fieles para que se haga más cristiana, y sobre el pan y el vino para que se hagan presencia real del Cuerpo y Sangre del Cristo. El pueblo ratifica entonces, por su triple “amén”, la obra trinitaria.

Inmediatamente después se realizan los ritos de preparación a la Comunión misma: la Fracción del Pan, reflejo del gesto de Jesús en la Ultima Cena (Lucas 22,19; 24,35; Hechos 2,42); el canto del Padre Nuestro, donde pedimos el don del Pan substancial y el perdón de nuestras deudas; la Presentación de los Dones: “Los Dones Santos a los Santos”.

La Comunión, manducación del Cuerpo y la Sangre del Cristo inmolado y resucitado en Gloria, es personal y comunitaria. A cada uno el celebrante le dice –llamándolo por su nombre– “comulga con el Cuerpo y la Sangre del Cristo”. Cuerpo significa el Cuerpo personal de Jesús eucaristiado, y también su Cuerpo místico, o sea la comunidad de la cual El es la cabeza, y nosotros los miembros: la Iglesia. Como decía San Agustín, “Al responder ‘amén’ a las palabras ‘Cuerpo del Cristo’ respondes también a ti mismo en la unión con tus hermanos”.

Todo se termina por la Acción de Gracias, la Post-comunión y el pedido de que el Sacramento produzca su fruto en nuestra vida cotidiana. Y partimos llevando la Bendición final, corolario de todas las que hemos recibido durante la Divina Liturgia.

LA PARTICIPACION ACTIVA DEL PUEBLO

Esta participación es necesaria. Se hace a través de las actitudes corporales: habitualmente de pie, sobre todo durante el Evangelio y la Gran Plegaria Eucarística, sentados durante las Lecturas y la Homilía; profundamente inclinados, durante la Epiclesis y la Entrada de los Dones (o prosternados en Cuaresma y Cuatro Témporas), pero nunca arrodillados. Las manos se elevan al comienzo de la Plegaria eucarística (“Elevemos nuestros corazones”) y durante el Padre Nuestro. Se comulga de pie: actitud pascual de resurrección.

Se participa también por el canto de los estribillos y las respuestas a los saludos del presbítero (“Y con tu espíritu”) y a sus oraciones (“Amén”). Muchas veces el diácono nos exhorta a estar más atentos, silenciosos, presentes, y respondemos a su llamado a la oración cantando “Kyrie eleison”. Todos estamos invitados –en estos casos– a hacer oír nuestra voz. En cambio, en otros momentos, ciertos cantos están destinados sólo al coro (como por ejemplo el Sonus que acompaña la Entrada de los Dones), y la participación del pueblo consiste entonces en escuchar y sostener la vibración sonora mediante su atención silenciosa.

Todos intervienen también en el Beso de Paz, que se transmite de uno a otro a partir del altar, recibiéndolo y dándolo cada uno de y a quien se encuentre a su lado: es un gesto de fraternidad, y a veces de reconciliación.

La participación se hace igualmente por las diversas Ofrendas, que se pueden adquirir en la Mesa de Ofrendas antes de la Liturgia o durante la lectura del Calendario Litúrgico (que precede a la Homilía). También por la colaboración con dinero durante la colecta, y la presentación de los dípticos, tarjetas dobles donde se inscriben las personas por quienes deseamos que se rece: los nombres de los vivos de un lado y de los difuntos del otro. Estas tarjetas –adornadas con un icono– se entregan al diácono junto con las demás ofrendas. También se puede confiar al diácono –antes de la Santa Misa– las posibles intenciones particulares de cada uno, o nombres de enfermos, o de difuntos, que serán pronunciados durante las Letanías.

Sin participación activa no hay verdadera Liturgia: somos todos co-celebrantes. Toda celebración –laica o religiosa– consiste en tres elementos: reunirse, para actuar con motivo de un acontecimiento. En la Divina Liturgia los fieles formamos la asamblea, y actuamos con cantos, plegarias y comunión alrededor de un acontecimiento: la Muerte y Resurrección del Señor. Es la ofrenda de nuestra persona y de nuestra vida, unida a la Ofrenda del Cristo.

La Santa Misa es una realidad central en la vida cristiana: resume los tres actos esenciales de toda vida humana, impregnándolos de la Vida divina:

. el diálogo, en el Sacramento de la Palabra.

. el trabajo, en la obra del Cristo, su Eucaristía.

. la comida, en la Cena eucarística, la comunión.

Son los gestos que hace Jesús en el Evangelio:

. enseña, preguntando, y a veces respondiendo: Palabra.

. recibe panes y peces: nuestras ofrendas.

. bendice, dando gracias: Eucaristía que

anuncia la Cena y la Cruz.

. distribuye: Comunión.

“En verdad es El quien Se ofrece y es ofrecido,
El quien recibe y distribuye”
PREPARACION DE LOS DONES

Antes de iniciarse la Divina Liturgia, el presbítero o el

diácono (enteramente revestidos, o sólo con la estola)

preparan los Dones a consagrar, y lo hacen en el pequeño

altar de la Prótesis, a la izquierda del Santuario.

En el Nombre del Padre +, del Hijo, del Espíritu Santo.

Un Niño nos ha nacido, un Hijo nos ha sido dado. Su Nombre es Admirable, Dios fuerte, Príncipe de la Paz, Angel del Gran Consejo, Padre del siglo venidero cuyo Reino no tendrá fin.

Por la oración de la Madre de Dios, Señor, ten piedad de nosotros.

Tomando el pan (la prósfora) con la mano izquierda:

¡Bienaventurados los que son llamados a las bodas del Cordero!

Con la lanza, traza tres cruces sobre el pan:

He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

Extrae del pan un trozo en forma de cubo (el Cordero),

haciendo en él una profunda incisión en forma de cruz:

El Cordero ha sido inmolado. Ha rescatado a los hombres de todas las naciones. Hizo de nosotros reyes y sacerdotes para nuestro Dios. Y reinaremos con El sobre la tierra.

Pone el pan en la patena y lo atraviesa con la lanza en el costado derecho:

Y el soldado Le traspasó el costado.

Pone el vino en la copa, o cáliz:

De Su costado brotó la sangre y el agua. Por Sus llagas fuimos curados. Venid y os mostraré a la Esposa que tiene al Cordero por Esposo.

Vierte agua –en forma de cruz– en el cáliz , y lo bendice:

Oh Dios, que estableciste de manera admirable la dignidad de la naturaleza humana y, más admirablemente aún, la renovaste, concédenos, según el símbolo de esta agua y este vino, que participemos de la divinidad de El, que se dignó participar de nuestra humanidad.

Inciensa la torre y la pone sobre la patena:

En la gruta, en la tumba, en el seno virginal, has descansado, oh Creador del cielo y de la tierra. Condesciende a descansar en nosotros, oh Salvador del hombre.

Mientras dice esta plegaria, inciensa tres velos, y cubre

el cáliz y la torre –cada uno con un velo de comunión–,

cubriendo luego a ambos con el velo más grande:

¡Reina el Señor nuestro Dios, el Todopoderoso! Regocijémonos, alegrémonos y rindámosle gloria, pues las bodas del Cordero han llegado y la Iglesia, su Esposa, está preparada; está vestida de lino fino, destellante y puro, está adornada con las virtudes de los Santos.

Por sus oraciones acuérdate, Señor, de Tu servidor el obispo ………., de Tu pueblo y de mí, diácono (o presbítero) indigno. ¡Amén!

El oficiante inciensa los Dones:

Haz, oh Señor, que nuestras oblaciones asciendan como un perfume de suavidad ante tu Faz por la salvación del mundo entero. Por Tu misericordia y Tu amor por el hombre, Padre, Hijo, Espíritu Santo, oh nuestro Dios, que eres bendito, vives, reinas y triunfas,

en los siglos de los siglos. Amén.

Al terminar la Preparación de los Dones, el diácono –o el

presbítero– inciensa todo el templo, salvo el Santuario.

LA DIVINA LITURGIA
La Santa Misa
Liturgia de los Catecúmenos
Sacramento de la Palabra (parte inicial de la Santa Misa)

Si se trata de una Liturgia dominical, la entrada procesional del clero

está precedida por cuarenta campanadas, divididas en tres series

(de tres, nueve y veintisiete golpes), más una campanada final.

Como en cada proclamación que realiza durante el oficio,

el diácono sostiene su estola con la mano derecha:

Diácono: ¡De pie! ¡Estemos atentos! ¡En silencio!

Los celebrantes avanzan hacia el altar precedidos por uno o más acólitos

que llevan la cruz, el cirio y el porta-querubín (imagen angélica).

El diácono lleva el Evangeliario, y mientras avanzan el coro entona el

PRAELEGENDUM
(si se trata de una Liturgia Vesperal
se entona el Salmo Cósmico)

El Praelegendum –canto antifonal “anterior a las lecturas”– será siempre

el que corresponda al PROPIO del día, que establece los cantos

y plegarias variables propios de la festividad o el santo a recordar.

La antífona del Praelegendum es retomada por el coro y los fieles. Durante este canto

–y en tanto que avanza hacia el Santuario– el clero invoca a media voz

la concelebración de los ángeles y la acción del Espíritu Santo.

Diácono: Oremos.

Presbítero: Señor Dios nuestro que estableciste los ejércitos angelicales para servir

a tu Majestad en los cielos, permite que nuestra entrada

en el Santo de los Santos sea también la de Tus espíritus celestiales,

a fin de que concelebren y glorifiquen con nosotros Tu bondad ilimitada.

A Ti la gloria en los siglos de los siglos.

Diácono: ¡Amén! Bendice, padre, la entrada.

Presbítero: + Bendita sea la entrada de los Santos.

El diácono abre las Puertas Reales. Los celebrantes entran en el Santuario.

El diácono pone el Evangeliario sobre el altar, y los celebrantes

besan el Evangeliario y el altar, en tanto el presbítero dice:

¡Salve, Palabra de la Vida Eterna! ¡Salve, Trono del Altísimo!

El celebrante besa el antimensión, y lo da a besar a sus concelebrantes

(de haberlos) y diáconos, diciendo:

¡Por la oración de los Santos cuyas reliquias están aquí presentes,

ten piedad de mí, Señor!

El presbítero eleva sus manos diciendo, todavía en voz baja:

Rey del Cielo, Consolador, Espíritu de Verdad, Tú que estás presente

en todas partes, y que llenas todo, Tesoro de Bien y Donador de Vida,

ven y habita en nosotros. Purifícanos de toda mancha

y salva nuestras almas, Tú que eres Bondad.

Seguidamente, y a media voz:

Presbítero: + ¡Oh Dios, ven en mi ayuda!

Diácono: Señor, apresúrate a socorrerme.

Presbítero: ¡Oh Dios, abre nuestros labios!

Diácono: Y nuestra boca anunciará Tu alabanza

Presbítero: Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo . . .

Diácono: . . . como era en el principio, ahora y siempre,

y en los siglos de los siglos. Amén.

Terminado el canto del Praelegendum, los celebrantes

se vuelven hacia los fieles, y el diácono proclama:

Diácono: ¡En silencio!

El celebrante bendice a los fieles, que se inclinan:

Presbítero: + ¡El Señor siempre con vosotros!

Todos: ¡Y con tu espíritu!

Luego se canta el Trisagio (“Tres veces Santo”), en griego, en latín

y en castellano. Durante el mismo el presbítero bendice

en voz baja el incienso, diciendo:

Que el Señor encienda en nosotros el fuego de su Amor

y la llama de la eterna caridad.

El presbítero inciensa el altar y al diácono,

que a su vez inciensa al clero y los fieles.

TRISAGIO

Clero: + Agios o Theos,

Coro: Agios Ischiros, Agios Athanatos.

Todos: Eleison imas.

Clero: + Sanctus Deus,

Coro: Sanctus Fortis, Sanctus Immortalis,

Todos: Miserere nobis.

Clero: + Santo Dios,

Coro: Santo Fuerte, Santo Inmortal,

Todos: Ten piedad de nosotros.

Haciendo la Señal de la Cruz con el Evangeliario,

el presbítero dice en voz alta:

Presbítero: Bendita sea la Santa Trinidad, la indivisible Unidad,

eterna, inmortal, invisible. A ella honor y gloria en los siglos de los siglos.

Todos: Amén.

KYRIE

Tres cantores del coro entonan muy lentamente esta plegaria,

que en griego significa “Señor, ten piedad”, o “ten compasión”.

Coro: Kyrie eleison.

HIMNO

Salvo indicación del Propio, se entonarán los siguientes himnos

(que pueden omitirse en las Liturgias Feriales).

BENEDICTUS: durante el Adviento y la Cuaresma; BIENAVENTURANZAS: Tiempo

de Pentecostés, y del tercero al último domingo de Epifanía; GLORIA: Desde Navidad al segundo domingo después de Epifanía, y del primer domingo

después de Pascua al domingo de la Octava de la Ascensión.

Cada verso se indica con tres asteriscos, y la barra inclinada marca una pequeña pausa en el canto (llamada “mediante”).

Durante el himno, el diácono inciensa la iglesia, el clero y los fieles.

BENEDICTUS: Bendito es el Señor, Dios de Israel, / porque visita y rescata a su pueblo

*** Levantándonos un cuerno de salvación / en la casa de David, su hijo *** Lo había anunciado desde antiguo / por boca de los santos, sus profetas *** Que nos salvaría de nuestros enemigos, / de la mano de todos los que nos odian *** Hace misericordia con nuestros padres, / y se acuerda de su alianza santa *** Del juramento que hizo / a Abraham nuestro padre *** Concedernos que, sin temor, / arrancados de la mano de nuestros enemigos *** Le sirvamos en santidad y justicia, / en su presencia, todos nuestros días *** Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, / pues precederás al Señor ante su faz y prepararás sus caminos *** Para dar a su pueblo el conocimiento de la salvación / con la remisión de sus pecados *** Por las entrañas de misericordia de nuestro Dios / nos visitará el Sol que nace de lo alto *** Para iluminar a los que yacen en las tinieblas y las sombras de la muerte, / para guiar nuestros pies por el camino de la paz.

BIENAVENTURANZAS: Señor, acuérdate de nosotros / en tu Reino *** Bienaventurados los pobres por el Espíritu, / de ellos es el Reino de los Cielos *** Bienaventurados los que lloran, / ellos serán consolados *** Bienaventurados los mansos, / ellos heredarán la tierra *** Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, / ellos serán saciados *** Bienaventurados los misericordiosos, / ellos alcanzarán misericordia *** Bienaventurados los puros de corazón, / ellos verán a Dios *** Bienaventurados los pacificadores, / ellos serán llamados hijos de Dios *** Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, / de ellos es el Reino de los Cielos *** Bienaventurados seréis cuando os insulten, y persigan, / y digan falsamente todo mal contra vosotros por Mi causa *** Alegraos y regocijaos, / vuestro salario es abundante en los cielos *** Gloria al Padre, y al Hijo, / y al Espíritu Santo *** como era en el principio, ahora y siempre, / y en los siglos de los siglos. Amén *** Señor, acuérdate de nosotros / en tu Reino.

GLORIA: Gloria a Dios en las alturas *** en la tierra, paz; a los hombres, buena voluntad *** Te alabamos *** Te bendecimos *** Te adoramos *** Te glorificamos *** Te damos gracias por Tu inmensa Gloria *** Señor Dios, Rey Celestial, Dios Padre omnipotente *** Señor Hijo Unigénito, JesuCristo Altísimo *** Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre *** Tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros *** Tú que quitas el pecado del mundo, escucha nuestra súplica *** Tú que estás sentado a la diestra del Padre, ten piedad de nosotros *** Porque sólo Tú eres Santo *** Tú sólo Señor *** Tú sólo Altísimo *** JesuCristo, con el Espíritu Santo, en la Gloria de Dios Padre. Amén.

COLECTA

Plegaria entonada por el presbítero según el Propio, que termina siempre con:

Presbítero: . . . en los siglos de los siglos.

Todos: Amén.

Los celebrantes se ubican detrás del altar, y todos se sientan.

El lector se inclina y pide la bendición del presbítero.

LECTURA

Según el Propio, puede haber una o dos lecturas bíblicas (comenzando,

generalmente, con el Antiguo Testamento), y en algunas fiestas

se lee un texto patrístico, o la vida del santo que se conmemora.

Luego de ello, el coro canta un Gradual según el Propio.

GRADUAL

De haber segunda lectura (una Epístola, o un pasaje del Apocalipsis,

o de los Hechos de los Apóstoles), el lector pide la bendición del presbítero.

SEGUNDA LECTURA

BENEDICITE(sólo los domingos y días de fiesta)

El Benedicite se omite también en las misas del Tiempo de Cuaresma.

Coro: Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres,

digno de ser alabado, glorificado y exaltado eternamente.

Bendito tu Nombre santo y glorioso,

digno de ser alabado y exaltado eternamente.

Bendito eres en tu Templo santo,

digno de suprema alabanza y de gloria eternamente.

Bendito eres en el Trono de tu Reino,

digno de suprema alabanza y exaltación eternamente.

Todos se ponen de pie.

Todos: Bendito Tú, cuya mirada sonda los abismos, y que estás sentado

sobre los Querubines, digno de alabanza y de gloria eternamente.

Durante este canto, el celebrante dice en voz baja:

Padre de Nuestro Señor, fuente de toda ciencia y sabiduría,

en tu Bondad infinita nos hablaste muchas veces y de diversas maneras

por Tus servidores, los ángeles y los profetas. Y, cumplido el tiempo,

Te dignaste hablar por Tu propio Hijo, revelando a la Iglesia por El,

tu Verbo inseparable, los misterios escondidos a las miradas mismas de los

Cuatro Vivientes que, ante esta extraña condescendencia de Tu amor por los

hombres, llenos de admiración y de estupor, no cesan de cantarte y adorarte.

Permite, Te suplicamos, que nuestras indignas y débiles voces se unan

a las suyas diciendo: ¡Santo, Santo, Santo el Señor Dios omnipotente!

ALLELUIA o TRACTO
(Salmo Lucernario en las Liturgias Vesperales,
en las de las semanas de IV Témporas, y en algunas vigilias)

El TRACTO es el canto que reemplaza al ALLELUIA durante la Cuaresma.

Mientras que el coro canta, el presbítero da el Evangeliari al diácono, y lo bendice.

El diácono tiene el Evangeliario levantado a la altura de su cabeza,

y –terminado el canto– avanza hacia el ambón acompañado por los acólitos,

que llevan el incensario y los candelabros, proclamando con voz fuerte:

EVANGELIO

Diácono: ¡Agios! ¡Sanctus! ¡Santo el Señor Dios omnipotente!

Todos: Que era, que es, que viene.

El diácono se vuelve hacia el altar.

Diácono: Padre, bendíceme.

Presbítero: Que Jesús nuestro Dios, el Primero y el Ultimo, el Viviente en los siglos

de los siglos, que tiene las llaves de la muerte y del infierno, te conceda

un corazón y unos labios puros, y una voz semejante a una trompeta

sonora, para anunciar la palabra sellada y oculta a los espíritus impuros.

Y a continuación, bendiciendo, y con voz todavía más sonora:

Presbítero: Señor, + abre nuestros oídos para que entendamos

lo que el Espíritu dice a la Iglesia.

Diácono: Amén.

El diácono inciensa el Evangeliario,

e invita a todos a escucharlo de pie.

Diácono: ¡De pie! ¡Estemos atentos! ¡En silencio!

¡Escuchemos el Santo Evangelio!

Presbítero: + El Señor siempre con vosotros.

Todos: Y con tu espíritu.

Diácono: Lectura del Santo Evangelio según san ……….

Todos: + + + Gloria a Ti, Señor.

El diácono canta el Evangelio, y al finalizar el mismo todos dicen:

Todos: Te alabamos, + oh Señor.

CANTICO DEL APOCALIPSIS

Sólo los domingos, o días de gran fiesta, el coro canta:

Coro: Santo, Santo el Señor Dios omnipotente, que era, que es, que viene.

Que toda tribu, toda lengua, todo pueblo, toda nación Lo exalten.

El hizo de nosotros reyes y sacerdotes, y reinaremos con El sobre la tierra.

Todos: A El + la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Durante este canto, el diácono lleva el Evangeliario al altar

y lo da a besar a los celebrantes. Luego se lo coloca a la derecha del altar.

CALENDARIO LITURGICO(sólo los domingos)

El presbítero enuncia el Calendario Litúrgico de la semana siguiente.

HOMILIA, o PLATICA

LETANIAS POR LA IGLESIA

El celebrante despliega el antimensión sobre el altar.

El diácono, en la nave y frente al altar, canta las Letanías.

Diácono: Digamos todos con nuestro corazón y espíritu:

Señor, escúchanos, ten piedad de nosotros.

Todos: + Kyrie eleison.

Diácono: Por la paz que viene de lo alto, la tranquilidad de los tiempos,

por la Santa Iglesia que se extiende hasta las extremidades de la tierra,

y por la unión de todos. Oremos al Señor.

Todos: + Kyrie eleison.

Diácono: Por todos los patriarcas ortodoxos, nuestro obispo Germán,

todos los obispos, los presbíteros, los diáconos,

el clero y todo el pueblo cristiano. Oremos al Señor.

Todos: + Kyrie eleison.

Diácono: Por este templo, esta ciudad y sus habitantes, por nuestro país

y por quienes lo gobiernan, en particular por nuestro presidente ……….,

para que Dios les dé la sabiduría, y que así vivamos en paz,

justicia y libertad. Oremos al Señor.

Todos: + Kyrie eleison.

Diácono: Por los magistrados, monjes, vírgenes, esposos y niños, viudas y huérfanos,

y por todos los que sufren con trabajos agotadores. Oremos al Señor.

Todos: + Kyrie eleison.

Diácono: Por tiempos felices, la fecundidad de los campos,

la abundancia de frutos de la tierra, y por la salubridad del aire,

el suelo y el agua. Oremos al Señor.

Todos: + Kyrie eleison.

Diácono: Por los penitentes, los catecúmenos, ………., por los que buscan a Dios

sin poder nombrarlo todavía, y por los que no Lo buscan aún

y resisten a su Gracia. Oremos al Señor.

Todos: + Kyrie eleison.

Diácono: Por los confesores del bendito Nombre del Cristo, por los perseguidos,

los torturados y los que torturan, por nuestros bienhechores,

por nuestros hermanos ausentes, por los viajeros en peligro

y su feliz regreso, por los enfermos, ………., y por los que están atormentados por la tristeza, la angustia y los espíritus impuros. Oremos al Señor.

Todos: + Kyrie eleison.

Diácono: Por los que en la Santa Iglesia cantan, sirven y distribuyen

sus bienes en obras de misericordia. Oremos al Señor.

Todos: + Kyrie eleison.

Diácono: Por nuestros padres y hermanos difuntos que reposan cerca o lejos de aquí, por nuestros fundadores, el Archimandrita Ireneo, el Obispo Juan, Maxime, Ivonne, el Patriarca Sergio, el Patriarca Justiniano, y por todos los difuntos

que conmemoramos para recibir su perdón. Oremos al Señor.

Todos: + Kyrie eleison.

Diácono: Que el Señor nos colme de su Gracia por las plegarias de Nuestra Señora,

la Madre de Dios y siempre Virgen María, de San Juan Bautista el Precursor,

de San Miguel Arcángel y de todos los ángeles, de San Martín de Tours

y San Ireneo de Lyon, de San Juan de San Francisco, nuestro patrono,

de los apóstoles, mártires, confesores, de ………. que hoy conmemoramos,

y de todos los Santos.

Todos: + Concédelo, Señor.

Diácono: Que el Señor nos conceda el perdón de nuestros pecados,

y una muerte cristiana y apacible.

Todos: + Concédelo, Señor.

Diácono: Que el Señor nos haga permanecer en la comunión divina de la Caridad,

y nos guarde en la santidad y pureza de la fe católica y ortodoxa.

Todos: + Concédelo, Señor.

Diácono: Digamos todos con nuestro corazón y espíritu:

Todos: + Kyrie eleison, Kyrie eleison, Kyrie eleison.

COLECTA POST-PRECEM

Durante el triple Kyrie eleison, y salvo indicación del Propio, el presbítero dice en voz baja:

Oh Dios, nuestro refugio y fortaleza, dispensador de todo bien, presta atención

a las súplicas de tu Iglesia. Concédenos lo que pedimos con tanta confianza.

Y seguidamente, y en voz alta, la siguiente doxología:

Presbítero: Por Tu misericordia y Tu amor por el hombre,

+ Padre, Hijo, Espíritu Santo, oh nuestro Dios, que eres bendito

y vives, reinas y triunfas en los siglos de los siglos.

Todos: Amén.

Aquí termina la Liturgia de los Catecúmenos,

e inmediatamente se continúa con la segunda parte de la Santa Misa

Liturgia de los Fieles
Sacramento de la Eucaristía
(parte final de la Santa Misa)

Continuando con la Divina Liturgia,

el diácono se vuelve hacia los fieles y dice:

Diácono: ¡En silencio!

El celebrante bendice a todos, diciendo:

Presbítero: + El Señor siempre con vosotros.

Todos: Y con tu espíritu.

SIMBOLO DE LA FE: CREDO (sólo los domingos)

El Credo se omite también en las Liturgias de difuntos

y en las de esponsales, y cuando ya se recitó durante un Bautismo

o una Crismación, así como en ciertos tiempos litúrgicos,

y cuando así lo establezca el Propio.

Diácono: Que nuestros labios se abran, y nuestra boca proclame

lo que la Fe ha depositado en nuestros corazones.

Presbítero: Creo en un solo Dios,

Todos: Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible

y lo invisible. Y en un solo Señor, JesuCristo, Hijo Unigénito de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, Luz de Luz, Dios Verdadero

de Dios Verdadero, engendrado, no creado, consubstancial al Padre,

por Quien todo ha sido hecho. Que por nosotros, los hombres,

y por nuestra salvación, descendió de los cielos,

Se encarnó del Espíritu Santo y de María la Virgen, y Se hizo hombre.

Fue crucificado por nosotros bajo Poncio Pilatos, padeció y fue sepultado,

y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y ascendió a los cielos,

y está sentado a la Diestra del Padre. Y de nuevo vendrá con Gloria

a juzgar a los vivos y a los muertos. Su Reino no tendrá fin.

Y en el Espíritu Santo, Señor que da la Vida, que procede del Padre,

que es adorado y glorificado con el Padre y el Hijo, que habló por

los profetas. En la Iglesia +, Una, Santa, Católica y Apostólica.

Confieso un solo bautismo para remisión de los pecados.

Espero la resurrección de los muertos, y la vida del siglo venidero. Amén.

Al comenzar el canto del Credo, el diácono presenta

el incensario al celebrante, que lo bendice diciendo a media voz:

+ Que por intercesión del bienaventurado Miguel Arcángel,

que está de pie a la derecha del altar de los perfumes,

el Señor se digne bendecir este incienso y recibirlo en olor de suavidad.

El diácono inciensa el altar, la iglesia,

el clero y los fieles, diciendo en voz baja:

Que el perfume del incienso suba hasta Ti, oh Señor,

y que descienda sobre nosotros Tu misericordia.

OFERTORIO

Al iniciarse el Ofertorio, el celebrante va hasta las Puertas Reales

y, vuelto hacia los fieles –y salvo indicación del Propio–, dice:

PREFACIO DEL OFERTORIO

Presbítero: Hermanos y hermanas amados: invocad conmigo al Espíritu Santo

para que me comunique Su energía inefable y que, presbítero indigno,

me atreva a llevar la Santa Oblación de Nuestro Señor JesuCristo.

Pues en verdad es El quien Se ofrece y es ofrecido,

El quien recibe y distribuye, co-eterno con el Padre y el Espíritu Santo,

en los siglos de los siglos.

Todos: Amén.

El celebrante se inclina.

Todos: El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá.

Presbítero: Perdonadme, hermanos y hermanas.

Todos se inclinan.

Todos: Perdónanos, Padre, y ruega por nosotros.

Irguiéndose, el presbítero bendice a los fieles:

Presbítero: + Que Dios os perdone.

GRAN ENTRADA

El clero menor forma una procesión ante el altar de la Prótesis,

en tanto que el coro canta el

SONUS (primera parte del Ofertorio)

(Himno “Luz Gozosa del Padre” en las Liturgias Vesperales)

Salvo indicación del Propio, el coro canta:

Coro: Que toda carne guarde silencio, en temor y temblor;

que aleje de sí todo pensamiento terreno,

pues el Rey de reyes y el Señor de señores

avanza para ser inmolado, y darse en alimento a los fieles.

Durante este canto, y después de haber recibido la bendición del presbítero, el diácono va a la Prótesis, toma el cáliz y la torre cubiertos

con un velo y –precedido por el clero menor que lo aguarda frente a la misma

(los acólitos con los candelabros y el tiriferario con el incensario)—materializa

la Gran Entrada de los Dones a consagrar, llevándolos procesionalmente

hasta el altar, donde los entrega al presbítero, entrando al Santuario

por las Puertas Reales. Los fieles se inclinan profundamente

durante la Gran Entrada de los Dones.

El celebrante –que se queda junto al altar—

dice mientras tanto en voz baja:

Nadie que esté atado por los deseos y las pasiones carnales es digno

de presentarse ante Ti, de acercarse y servirte, oh Rey de Gloria,

pues el servirte es grande y temible aún para las Virtudes Celestiales.

Sin embargo, por Tu inconmesurable e inefable amistad por el hombre,

Te hiciste hombre sin cambio ni mutación. Te hiciste nuestro

Sumo Sacerdote, confiándonos el rito sagrado del Sacrificio litúrgico

e incruento, oh Señor del universo. Sólo Tú, Señor Dios nuestro,

reinas sobre lo terrestre y lo celestial, llevado por los Querubines,

Señor de los Serafines, Rey de Israel, único Santo que reposas

entre los santos. A Ti te imploro, el único bueno y pronto a socorrer. Mírame, pecador y servidor inútil. Purifica mi alma y mi corazón de toda conciencia maligna, hazme apto por la potencia de tu Espíritu Santo para presentarme, revestido de la gracia del presbiterado, ante tu Mesa Santa,

y consagrar tu Cuerpo santo y purísimo y tu Sangre preciosa.

Vengo a Ti con la cabeza inclinada, y Te ruego: no apartes de mí tu Rostro,

no me separes del número de tus hijos, más hazme digno

de presentarte estos Dones, yo, pecador y servidor indigno.

LAUDES (segunda parte del Ofertorio)

Cuando el diácono llega al altar, el coro canta,

salvo indicación del Propio:

Coro: Los coros angélicos Lo preceden, con todos los Principados,

las Virtudes, los Querubines de innumerables ojos,

y los Serafines de seis alas, que se cubren el rostro y cantan:

Todos: Alleluia, alleluia, alleluia.

Durante este canto, el presbítero toma los Dones y los deposita

sobre el altar (la patena a la izquierda y el cáliz a la derecha);

retira los velos y cubre todo con un gran velo que antes perfumó

con incienso. El turiferario le entrega el incensario,

y el celebrante inciensa los Dones, diciendo a media voz:

El noble José descendió del madero tu Cuerpo purísimo, Lo envolvió en un lienzo inmaculado, y Lo puso, cubierto de aromas, en un sepulcro nuevo.

Luego se inclina y dice:

Te rogamos, Señor, con espíritu humillado y corazón contrito . . .

Bendice los dones: . . . + que descienda el Angel de bendición

sobre estas ofrendas, preparadas para la gloria de tu Nombre.

LAVADO DE LAS MANOS

El celebrante se lava las manos con la jarra y la jofaina

que le presenta un acólito, y dice a media voz:

Lavaré mis manos entre los justos, y rodearé Tu altar, Señor,

para oír Tus alabanzas y pregonar todas Tus maravillas.

Señor, he amado la belleza de Tu casa y el lugar donde reside tu Gloria.

Mi pie se mantendrá firme en el camino recto y Te bendeciré en la asamblea de los fieles. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, como era

en el principio, ahora y siempre, y en los siglos de los siglos. Amén.

COLECTA DEL OFERTORIO (Secreta)

Salvo indicación del Propio, el presbítero eleva en voz baja

la siguiente plegaria:

Recibe, oh Santa Trinidad, las ofrendas de Tu pueblo,

y envía tu Gracia celestial para consagrar los Dones presentes

y purificarnos de todos nuestros pecados.

DIPTICOS

El diácono se ubica ante las Puertas Reales. Al mismo tiempo un acólito recibe en una canasta las ofrendas presentadas por los fieles.

Para invitarlos a ello, el diácono –vuelto hacia la asamblea–,

salvo indicación del Propio, canta:

Diácono: Presentemos nuestras ofrendas y nuestras plegarias por la Iglesia,

Santa, Católica y Apostólica, para que el Señor se digne fortificarla . . .

Todos: . . . en la Fe, la Esperanza y la Caridad.

Diácono: Por todos los Patriarcas ortodoxos, por nuestro Obispo Germán,

y todos los obispos que anuncian sin temor la Palabra de Verdad

y ofrecen la Santa Oblación por ellos mismos, el clero y el pueblo cristiano.

Todos: Y por todos, y por todo.

Diácono: Unidos a ellos, a nuestros presbíteros y al pueblo que nos rodea,

tengamos presentes a los que sufren, a los cautivos, los inválidos,

los peregrinos, para que el Señor se digne protegerlos, rescatarlos,

curarlos y reconfortarlos. Oremos también en particular por ……….

Mientras el diácono procede a la lectura de los “dípticos de los vivos”,

los acólitos leen a media voz los nombres de los vivos inscriptos

en los dípticos de los fieles presentes, en tanto que el coro

canta suavemente una y otra vez.

Coro: Acuérdate, Señor.

Diácono: . . . como también por nuestros enemigos y los que nos odian.

En comunión y en memoria del Arcángel San Miguel

y de todos los Coros de Angeles, de los Patriarcas, Jueces,

Reyes y Profetas, de San Juan Bautista el Precursor, . . .

El diácono se vuelve hacia el icono de la Santa Virgen

en la deisis, y todos se inclinan.

. . . y por encima de todo, de Nuestra Señora,

Madre de Dios y siempre Virgen María.

Todos: A ti, en verdad Madre de Dios, te engrandecemos.

El diácono se vuelve otra vez hacia los fieles y sigue:

Diácono: . . . de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, Juan y Santiago,

y de todos los discípulos y evangelistas del Señor . . .

Coro: Visítanos, Señor, por sus plegarias.

Diácono: . . . de Esteban, Lorenzo y Vicente, Ignacio de Antioquía, Policarpo,

Jorge, Blandina, Eulalia de Barcelona, Lucía, y de todos los mártires, . . .

Coro: Visítanos, Señor, por sus plegarias.

Diácono: . . . de Ireneo, Nicolás, Hilario, Atanasio, Basilio, Gregorio el Teólogo,

Juan Crisóstomo, Ambrosio, Agustín, Gregorio de Roma, Isidoro de Sevilla

y Germán de París, cuya liturgia celebramos,

y de todos los doctores y obispos . . .

Coro: Visítanos, Señor, por sus plegarias.

Diácono: . . . de Antonio, Dionisio, Benito, Simeón el Nuevo Teólogo,

Francisco Solano, Martín de Porres, María Magdalena, Genoveva, Radegunda, Serafín de Sarov, Juan de Cronstadt, Nectario de Egina,

Silvano del Monte Athos, de San Martín de Tours y San Ireneo de Lyon, de San Juan de San Francisco, nuestro patrono, de ……….,

cuya memoria hoy celebramos, y de todos los Santos.

Coro: Visítanos, Señor, por sus plegarias.

Diácono: Con ellos ofrecemos nuestras plegarias por todos los que nos han precedido en la Paz del Señor desde Adán hasta nuestros días, y en particular

por nuestros fundadores, el Archimandrita Ireneo, el Obispo Juan,

Maxime, Ivonne, el Patriarca Sergio, el Patriarca Justiniano, y por ……….

Mientras el diácono procede a la lectura

de los “dípticos de los difuntos”,

los acólitos leen a media voz los nombres de los difuntos inscriptos en los dípticos de los fieles presentes,

en tanto que el coro canta suavemente una y otra vez.

Coro: Acuérdate, Señor.

Al terminar, el diácono se vuelve hacia el altar, y dice:

Diácono: Que el Señor les dé el reposo allí donde

resplandece la Luz de su Rostro, oremos al Señor.

Todos: Kyrie eleison.

POST-NOMINA

Durante la conmemoración de los difuntos, el presbítero agita el velo sobre los Dones, y al llegar el diácono a la cláusula final

(y salvo indicación del Propio) dice a media voz:

Señor Jesús, Dios omnipotente, marca con Tu sello saludable

a tus servidores aquí presentes y en el universo entero,

hasta las extremidades de la tierra. Que estén protegidos de todo mal, . . .

Finalmente termina, en voz alta:

Presbítero: . . . que Te conozcan a Ti, único Salvador del mundo, Amigo del hombre,

co-eterno con el Padre y el Paráclito. A Ti alabanza, bendición, sabiduría,

honor, poder, fuerza y acción de gracias, en los siglos de los siglos.

Todos: Amén.

BESO DE PAZ (Se lo omite en Semana Santa y en las Misas de Difuntos)

Diácono: ¡Haced la Paz!

Presbítero: Que la Paz sea entre vosotros como el tiempo sereno.

El celebrante da el Beso de Paz al clero, que lo transmite

a los fieles, los que a su vez se lo transmiten entre sí de uno a otro.

Quien lo da dice: “Paz a ti y a la Iglesia”;

quien lo recibe responde: “Y a tu espíritu”.

Entretanto, todos cantan, alternando con los versículos del Coro:

Todos: La Paz os dejo, mi Paz os doy. No como el mundo la da, Yo os la doy.

Coro: Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos

a los otros como Yo os he amado, dice el Señor.

Todos: La Paz os dejo, mi Paz os doy. No como el mundo la da, Yo os la doy.

COLECTA DEL BESO DE PAZ

Durante este canto, y salvo indicación del Propio,

el celebrante recita a media voz:

Presbítero: Señor JesuCristo, que dijiste a tus apóstoles: “La Paz os dejo,

mi Paz os doy”, no mires mi debilidad, sino la fe de tu Iglesia.

Guárdala en la paz y la unión, según Tu voluntad,

oh Amigo del hombre, que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo,

en los siglos de los siglos.

Todos: Amén.

CANON EUCARISTICO

Al comenzar el Canon Eucarístico (o Gran Plegaria Eucarística,

o Anáfora), el celebrante avanza hasta las Puertas Reales,

vuelto hacia los fieles. El diácono proclama:

Diácono: ¡De pie! ¡En silencio! Misterio de fe.

El celebrante bendice a los fieles:

Presbítero: + Que la gracia de Nuestro Señor JesuCristo, el amor de Dios Padre

y la comunión del Espíritu Santo sean siempre con vosotros.

Todos: Y con tu espíritu.

El presbítero y los fieles elevan sus manos hacia el cielo;

el diácono eleva su estola, y los acólitos los candelabros.

Presbítero: Elevemos nuestros corazones.

Todos: Los elevamos al Señor.

El presbítero y el diácono se vuelven hacia el altar,

y todos se inclinan.

Presbítero: Demos gracias al Señor nuestro Dios.

Todos: Digno y justo es.

El presbítero vuelve al altar. El diácono cierra las Puertas Reales

(salvo desde la Noche de Pascua hasta Pentecostés). El diácono

se ubica a la izquierda del celebrante, en una de las gradas del altar.

IMMOLATIO

Salvo indicación del Propio las Immolatio tienen el comienzo

y el final siguientes. Si no hay Propio, se canta como Immolatio

sólo lo aquí indicado (comienzo y final enlazados entre sí sin solución

de continuidad). El presbítero eleva sus manos.

Presbítero: En verdad es digno y justo, equitativo y saludable

darte gracias en todo tiempo y en todo lugar, Señor Santo,

Padre omnipotente y eterno, Dios inefable, indescriptible,

invisible e inmutable, por el Cristo Nuestro Señor . . .

. . . . .

. . . Por El los Angeles alaban tu Gloria, las Dominaciones Te adoran,

las Potenciasse prosternan estremecidas. Los cielos, las Virtudes

de los cielos y los bienaventurados Serafines se unen a su exultación

y concelebran con ellos. Dígnate ordenar, Te suplicamos,

que nuestras voces se unan a las suyas, diciendo:

SANCTUS

Se escuchan tres campanadas fuertes acompañando

el “Santo, Santo, Santo”. El diácono retira la torre,

haciendo con ella la Señal de la Cruz sobre el pan.

Todos: ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo es el Señor Dios Sabaoth!

Los cielos y la tierra están llenos de tu Gloria. Hosanna en las alturas.

Bendito + El que viene en el Nombre del Señor. Hosanna en las alturas.

POST-SANCTUS

Salvo indicación del Propio, el presbítero canta:

Presbítero: Verdaderamente Santo, verdaderamente bendito

es tu Unigénito, Verbo creador y Dios de majestad.

Descendió de los cielos, tomó la forma de esclavo

aceptando libremente sufrir para liberar Su obra y reformarla

a la imagen de su Gloria, El, Nuestro Señor JesuCristo, . . .

INSTITUCION

Presbítero: . . . quien, la víspera de su Pasión, tomó Pan en Sus manos santas

y venerables, levantó los ojos a los cielos hacia Ti, Padre Santo,

Dios omnipotente y eterno, y dando gracias + lo bendijo,

lo partió y lo dio a sus apóstoles y discípulos, diciendo:

El presbítero señala el pan con la mano derecha,

con la palma vuelta hacia arriba.

El diácono se inclina y señala el pan con su estola.

Presbítero: Tomad y comed, porque esto es mi Cuerpo, partido y entregado

por vosotros y por muchos en remisión de los pecados.

Todos: Amén.

Presbítero: De la misma manera, después de la Cena, tomó la Copa,

y dando gracias + la bendijo y la dio a sus apóstoles y discípulos, diciendo:

El presbítero señala el cáliz con la mano derecha,

con la palma vuelta hacia arriba.

El diácono se inclina y señala el cáliz con su estola.

Presbítero: Tomad y bebed todos de ella. Esto es mi Sangre, la Sangre

de la nueva y eterna Alianza, derramada por vosotros

y por muchos en remisión de los pecados.

Todos: Amén.

ANAMNESIS

Presbítero: Cada vez que hiciereis esto, hacedlo en memorial mío.

Proclamaréis mi Muerte, anunciaréis mi Resurrección, esperaréis mi Venida

hasta la hora en que volveré a vosotros desde los cielos con Gloria.

Salvo indicación del Propio –y entre Navidad y Pentecostés–,

el canto de la Anamnesis termina así:

Presbítero: . . . Haciendo pues el memorial de su Pasión gloriosa,

de su Resurrección de los infiernos, de su Ascensión

a los Cielos, y de su segunda y gloriosa Venida . . .

El diácono sube al altar, toma la patena en la mano derecha y

el cáliz en la izquierda, y –cruzando las manos– eleva los Dones.

El presbítero eleva sus manos y continúa su oración:

OFRENDA

Presbítero: . . . nosotros, que somos tuyos, Te ofrecemos lo que es tuyo

por quienes son tuyos: esta Ofrenda pura, esta Ofrenda espiritual,

esta Ofrenda incruenta, y Te pedimos y suplicamos, recibe esta

Oblación sobre Tu altar de los cielos, de manos de tus Angeles . . .

El diácono vuelve a poner los Dones sobre el altar.

Luego se aparta del altar y se inclina profundamente.

Todos se inclinan, mientras el coro canta, salvo indicación del Propio:

Coro: Te rogamos, Señor, suplicamos a Tu majestad, que suban

nuestras humildes plegarias hacia Ti, Dios bondadoso.

Durante este canto, el presbítero continúa

su plegaria a media voz, elevando los brazos:

. . . como recibiste los dones de tu hijo, el justo Abel,

el sacrificio de nuestro patriarca Abraham,

y el que Te ofreció tu sumo sacerdote Melquisedec.

EPICLESIS

Salvo indicación del Propio, el presbítero

continúa orando en voz baja:

Te rogamos, Señor, y suplicamos a tu Majestad, que suban nuestras humildes plegarias hacia Ti, Dios bondadoso, y que descienda sobre nosotros, sobre este pan y sobre esta copa, la plenitud de tu Divinidad, como ella descendía en otro tiempo sobre las ofrendas de nuestros padres, . . .

Al terminar el canto del coro, el celebrante continúa en voz alta:

Presbítero: . . . para que este Sacrificio se convierta

verdaderamente en el Cuerpo + . . .

Diácono: ¡Amén!

Presbítero: . . . y la Sangre + . . .

Diácono: ¡Amén!

Presbítero: . . . de tu Hijo, Nuestro Señor JesuCristo,

por la Potencia inasible e infinita de tu Espíritu Santo.

Todos: ¡Amén! ¡Amén! ¡Amén!

Se escuchan tres veces tres campanadas suaves.

Los celebrantes y el pueblo se inclinan profundamente (en las misas feriales

–de los días miércoles– todos se prosternan). Durante el silencio que sigue a las campanadas el presbítero reza por los vivos y los muertos,

y por las intenciones particulares, de haberlas.

POST-EPICLESIS

El presbítero ora en voz baja, diciendo:

Que estos Dones sean protección para los sanos y remedio

para los enfermos, reconciliación para los hermanos en discordia,

y que aumenten la paz y la caridad en sobreabundancia. Que otorguen

la sabiduría a los hombres irrazonables y sirvan de medida a los sabios,

den la vigilancia a las almas perezosas y la dulzura a los intransigentes.

Al finalizar, y en voz alta, dice:

Presbítero: Que estos Dones nos hagan participar de tu Reino eterno,

apresurando la Venida gloriosa del Cristo y la plenitud del Espíritu, . . .

Irguiéndose –los fieles también lo hacen–,

el presbítero bendice las ofrendasde los fieles y los demás elementos

u objetos presentados para ser bendecidos.

BENDICION DE LOS ELEMENTOS

Salvo indicación del Propio,

el presbítero continúa cantando:

Presbítero: . . . por Quien Tú creas todo y + bendices lo creado, + santificas lo bendito

y distribuyes lo santificado +. A Ti, Padre omnipotente,

y al Verbo fiel y verídico, y al Espíritu Santo santificador, todo honor,

toda gloria y adoración, ahora y siempre y en los siglos de los siglos.

Todos: Amén.

FRACCION DEL PAN

Durante la misma –y salvo indicación del Propio– el coro canta:

Versículo: La Sabiduría construyó su casa, levantó sus siete columnas,

inmoló sus víctimas, mezcló su vino y preparó su mesa.

Coro: Reconocieron al Señor, alleluia, en la fracción del pan, alleluia, alleluia.

Versículo: Venid, comed Mi pan y bebed el vino que mezclé,

dejad la ignorancia y viviréis.

Coro: Reconocieron al Señor, alleluia, en la fracción del pan, alleluia, alleluia.

Versículo: El Pan que rompemos es el Cuerpo del Señor.

La Copa que bendecimos es la Sangre del Señor.

Todos: Un solo y único Misterio. Reconocieron al Señor,

alleluia, en la fracción del pan, alleluia, alleluia.

Durante este canto, el presbítero parte el Cordero,

diciendo a media voz:

La mesa está puesta. El Cordero de Dios es inmolado, partido

pero no dividido, comido pero no consumido. El vino es mezclado,

la Sangre, derramada. Bebamos de la Copa inagotable, dejemos

la ignorancia y proclamemos un solo, único y temible Misterio.

Al final del canto, el diácono abre las Puertas Reales y proclama:

PADRE NUESTRO

Diácono: ¡Oremos!

Presbítero: No por nuestros méritos, Padre Santo,

sino por obediencia al mandato de JesuCristo,

tu Hijo, Nuestro Señor, nos atrevemos a decir:

Todos: + Padre Nuestro de los cielos, santificado sea tu Nombre.

Venga tu Reino. Hágase tu Voluntad, como en los cielos, así en la tierra.

El Pan nuestro substancial dánosle hoy.

Perdona nuestras deudas como perdonamos a nuestros deudores,

y no nos dejes entrar en la tentación, más líbranos + del Maligno.

LIBERA NOS

Luego del canto del Padre Nuestro (para el que todos

adoptan una posición orante), y –salvo indicación

del Propio– los domingos el presbítero dice:

Presbítero: Líbranos, Señor, del Maligno y de todo peligro.

Guárdanos en obras buenas por Tu verdad perfecta

y en Tu verdadera libertad, . . .

. . . porque a Ti pertenecen el Reino, la Potencia y la Gloria

en los siglos de los siglos.

Todos: Amén.

En las Misas feriales, en cambio,

la oración del celebrante comienza con:

Líbranos, Señor, de todos los males pasados, presentes y futuros,

por la plegaria de Nuestra Señora, la Santa Madre de Dios

y siempre Virgen María, y de san ………. (o de todos los Santos) . . .

ELEVACION DE LOS DONES

TRIPLE ELEVACION (sólo los domingos y días de fiesta)

Diácono: ¡En silencio!

El presbítero eleva los Dones. El diácono eleva su estola.

Salvo indicación del Propio, el clero canta tres veces,

alzando el tono cada vez:

Clero: El León de la tribu de Judá, el Retoño de David, es vencedor, alleluia.

Primero los hombres, luego las mujeres,

y finalmente todos, responden:

El que está sentado sobre los Querubines es vencedor, alleluia, alleluia.

ELEVACION E INMIXION

El presbítero se vuelve hacia los fieles, elevando la patena

con el Cuerpo y el cáliz con la Sangre del Cristo,

mientras el diácono los señala con su estola.

Presbítero: Los Dones Santos a los santos.

Todos: Uno solo es Santo, uno solo Señor,

JesuCristo, en la Gloria de Dios Padre. Amén.

Durante este canto, el presbítero procede a la Inmixión,

Poniendo una parcela del Cordero en el cáliz,

al tiempo que dice a media voz:

Que la unión del Cuerpo y la Sangre del Cristo sean prenda

de nuestra transformación y de la resurrección de los muertos,

en la espera de la consumacion de los tiempos.

BENDICION DE LOS FIELES

Diácono: Inclinad la cabeza para recibir la bendición.

Todos: Ante Ti, Señor.

En las Puertas Reales –y vuelto hacia ellos– el presbítero

bendice a los fieles y canta, salvo indicación del Propio:

Presbítero: Dígnate, Señor, bendecir + a esta familia que es tuya; regocíjala con

Tu presencia, y que estos Misterios den a cada uno según sus necesidades.

Por tu Misericordia, oh Dios bendito en los siglos de los siglos.

Todos: Amén.

En las Misas feriales, en cambio,

la plegaria del celebrante es la siguiente:

Que la paz y el amor del Cristo os guarden y os protejan.

COMUNION

El presbítero da la Absolución General a los fieles presentes

(ortodoxos, católicos o protestantes) que deseen comulgar,

mientras todos se inclinan.

Presbítero: Los que han venido a participar de estos Santos Misterios,

si están bautizados en el Nombre del Padre, y del Hijo,

y del Espíritu Santo, y lo desean, pueden acercarse sin miedo

a recibir el Cuerpo y la Sangre del Cristo.

Para que esta Comunión sea para la vida, y no para la condenación,

que pidan a Dios el Perdón de sus pecados y reciban la absolución:

Señor, Dios Nuestro, Tú que eres bueno y amigo del hombre, compasivo

y misericordioso, mira con bondad a tus servidores y perdónales

sus pecados, voluntarios e involuntarios, concientes e inconscientes.

Venid en paz en el Nombre del Padre +, del Hijo, del Espíritu Santo.

Luego, preparándose para recibir

la Santa Comunión, todos dicen:

Todos: Yo creo y confieso, Señor, que eres el Cristo, Hijo del Dios viviente,

venido a este mundo a salvar a los pecadores, de los que yo soy el primero.

Creo también que esto es tu Cuerpo santísimo y purísimo,

que esto es tu Sangre venerable y preciosa. Acéptame a tu Cena mística como convidado, oh Hijo de Dios, pues no revelaré tus Misterios

a tus enemigos, ni Te daré un beso como Judas,

sino que, como el ladrón, Te confieso: acuérdate de mí, Señor, en tu Reino.

Que la recepción de tus Santos Misterios, Señor, no sea para mí causa

de juicio y condenación, sino curación de mi alma y de mi cuerpo.

Señor, + yo no soy digno de que entres en mí,

pero di una sola palabra y mi alma será sana.

COMUNION DE LOS CELEBRANTES

El clero mayor que concelebra sube al altar.

Si hay más de un presbítero, cada uno de ellos toma

una parcela del Cuerpo, y el presbítero celebrante

da una parcela a cada diácono. Reunidos alrededor del altar,

todos dicen en voz baja antes de comulgar:

El Cuerpo precioso de JesuCristo se da a mí ………. indigno, para el perdón y la Vida eterna.

Luego los presbíteros comulgan con la Copa,

y el presbítero celebrante da a beber de ella a cada diácono.

Antes de beber, cada uno dice:

La Sangre preciosa de JesuCristo se da a mí ………. indigno,

para el perdón y la Vida eterna.

Después de beber, besando el borde de la Copa, todos dicen:

Mis labios han tocado, mis pecados han sido borrados.

COMUNION DE LOS FIELES

El presbítero da la Copa –el cáliz– al diácono

y toma la patena. Ambos se vuelven hacia los fieles,

y el diácono proclama:

Diácono: ¡He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!

¡Acercaos con fe, temor de Dios y amor!

El presbítero y el diácono van hasta las Puertas Reales.

Los fieles se acercan en procesión. Dando la Comunión,

el presbítero dice a cada uno, llamándolo por su nombre:

Presbítero: ………., comulga con el Cuerpo y la Sangre del Cristo

para tu perdón y tu resurrección.

Fiel: Amén.

Durante la Comunión, el coro canta una y otra vez:

Coro: Gustad y ved cuán dulce es el Señor.

Este canto se alterna con estrofas del Propio,

o bien con las siguientes:

Versículo: Tu Cuerpo sagrado, crucificado por nosotros, Lo comemos,

/ Tu Sangre preciosa, vertida por nosotros, La bebemos *** Que tu Cuerpo sea nuestra salvación, tu Sangre liberación de nuestras faltas, / Tú probaste hiel por nosotros, que la hiel del demonio se aleje *** Tú bebiste

vinagre por nosotros, que nuestra debilidad sea nuestra fuerza,

/ Tú recibiste escupitajos por nosotros, que el rocío de Tu bondad nos cubra

*** Tú fuiste golpeado con la caña, la victoria final nos está asegurada,

/ Tú fuiste coronado de espinas, la corona imperecedera nos fue conquistada

*** Tú fuiste envuelto en el sudario, revístenos de Tu potencia invencible.

/ Por el sepulcro nuevo y por Tu sepultura, renaceremos en alma y en cuerpo

*** Por tu Resurrección, que nos llama a la Vida,

/ reviviremos, erguidos ante tu Justicia

Terminada la Comunión, mientras el presbítero

y el diácono llevan los Dones hasta el altar,

todos cantan (salvo en Cuaresma):

Versículo: Alleluia.

Todos: Alleluia.

El presbítero se vuelve hacia los fieles y los bendice:

Presbítero: Derrama, Señor, + Tu bendición y Tu gracia

sobre los que han comulgado con Fe.

ACCION DE GRACIAS

TRICANON

Salvo indicación del Propio, se canta:

Versículo: Hemos visto la verdadera Luz, . . .

Todos: . . . hemos recibido el Espíritu Santo, hemos hallado la verdadera Fe.

Adoremos a la Trinidad indivisible, pues Ella nos ha salvado.

Durante este canto, el diácono lleva la patena al altar

de la Prótesis,y el presbítero –después de perfumarlo

con el incensario que le ofrece el turiferario—

cubre el cáliz con el velo, diciendo en voz baja:

Nos lavaste con tu Sangre, nos diste a beber tu Sabiduría, nos hiciste

participar de tu Gloria, oh Pascua incorruptible, Inmortalidad del mundo.

El turiferario entrega el incensario al celebrante,

quien inciensa los Dones, diciendo en voz baja:

Dios asciende en medio de las aclamaciones,

el Señor se eleva al son de la trompeta. Alleluia, alleluia, alleluia.

Con el cáliz en las manos, el presbítero se vuelve

hacia los fieles y los bendice. Los fieles se inclinan.

Presbítero: + El Señor siempre con vosotros.

Todos: Y con tu espíritu.

El celebrante entrega el cáliz al diácono, que lo lleva al altar

de la Prótesis. El presbítero pliega el antimensión,

y vuelve a poner el Evangeliario en el medio del altar.

Salvo indicación del Propio, todos cantan:

Todos: Nutridos por el Pan del cielo y vivificados por el Cáliz eterno,

demos gracias sin cesar a Cristo presente todos los días en su Iglesia.

El vino a nosotros por sus Sacramentos, y volverá en Gloria para juzgar

al mundo. Cristo co-eterno + con el Padre y el Espíritu de Vida.

POST-COMUNION

Delante de las Puertas Reales y vuelto hacia los fieles,

el diácono canta la letanía de Post-Comunión,

salvo indicación del Propio.

Diácono: Amados hermanos: Habiendo comulgado con los temibles

e inmortales Misterios, pidamos al Señor que nos conceda atravesar

el tiempo en paz, salud y santidad, y que liberados de los deseos

del espíritu carnal vivamos según el Espíritu Santo. Oremos al Señor.

Todos: Concédelo, Señor.

El celebrante concluye, salvo indicación del Propio:

Presbítero: Te damos gracias, Señor, por el alimento de la Vida eterna,

y Te pedimos que nos hagas crecer en la unión contigo y con nuestros hermanos, oh Triple Luz, + Unico Dios en los siglos de los siglos.

Todos: Amén.

En acción de gracias, en oportunidades se agrega

el canto siguiente, salvo en las misas feriales: (Magnificat en las Liturgias Vesperales)

Presbítero: Demos gracias al Señor porque es bueno, Su misericordia es para siempre.

Todos: Demos gracias al Señor porque es bueno, Su misericordia es para siempre.

Este canto puede ser alternado

con otros versículos, y termina con:

Presbítero: Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, . . .

Todos: . . . como era en el principio, ahora y siempre,

y en los siglos de los siglos. Amén.

Demos gracias al Señor porque es bueno, Su misericordia es para siempre.

BENDICION FINAL

Presbítero: Señor, que Tu misericordia sea sobre nosotros . . .

Todos: . . . según la esperanza que hemos puesto en Ti.

El celebrante, inclinado ante el altar,

dice en voz baja:

Que el sacrificio de acción de gracias de tus servidores indignos Te sea

agradable, oh Santa Trinidad, y que nos sea propicio por Tu bondad infinita.

Luego se vuelve hacia los fieles y los bendice:

Presbítero: Por las plegarias de Nuestra Señora, Madre de Dios y

siempre Virgen María, de San Juan Bautista el Precursor,

de San Miguel Arcángel y de todos los Coros de Angeles,

de San Martín de Tours y San Ireneo de Lyon, de San Juan de San Francisco, nuestro patrono, y de ………., cuya memoria (o fiesta) hoy celebramos,

que el Señor os bendiga, + Padre, Hijo, Espíritu Santo.

Todos: Amén.

Diácono: Las solemnidades han terminado. Id en paz.

Todos: Demos gracias a Dios.