El banquete escatológico

El Banquete escatológico

o la hospitalidad Divina

Monseñor Jean de Saint Denis

En nombre del Padre, del Hijo y del Santo Espíritu,

La Iglesia ya nos había dado a meditar esta parábola en el 2° domingo después de Pentecostés, con el fin de subrayar el aspecto eucarístico: el evangelio de este 2° domingo es el evangelio de los misterios eucarísticos a través de los tiempos.

Hoy, la Iglesia retoma el mismo relato pero según otro evangelio, pues la Iglesia camina hacia el cumplimiento escatológico del fin de los tiempos, hacia los tiempos apocalípticos.

Los padres de la Iglesia, como Gregorio de Roma y tantos otros, disciernen en este Banquete, tres olas o tres movimientos. Primero vienen los primeros servidores que el Rey envía para buscar a los invitados: no tienen éxito. La segunda ola de servidores tampoco tiene éxito: hasta son maltratados. Finalmente dice: «El Rey se irrita, envía su ejército, para hacer perecer a esos asesinos y quemar su ciudad».

La primera ola de servidores representa a todos los profetas del Antiguo Testamento, de ese largo período que precede a la Encarnación del Cristo, pero el mundo permanece indiferente, preocupado por las cosas terrestres y no quiere reconocer su vocación de unión con Dios.

La segunda ola de servidores simboliza a los Apóstoles desde los tiempos apostólicos, desde el tiempo de Cristo hasta el fin de los tiempos. Es decir a todos los apóstoles cristianos y también, de cierta manera, a todos nosotros que Dios envía al mundo para hacer el llamado a este Banquete al cual Él nos convida. Y el mundo los maltrata y nos maltrata.

La tercera ola, es un ejército, y sabemos que desde el punto de vista de las Escrituras, «ejército» designa el mundo angélico. Esta tercera ola sobrevendrá al fin de los tiempos, los ángeles descenderán para destruir la ciudad que rechaza a Dios.

¿Qué podemos criticarles a los invitados que no vinieron? ¿Pecados personales? ¿Debilidad? ¡No! porque el mismo Evangelio dice: « trajeron al Banquete a buenos y malos». ¿Entonces cuál era su pecado esencial? ¿Por qué se desinteresaron por Banquete? ¿Por qué esta cólera divina?

Los invitados declinaron la invitación divina únicamente por el deseo de ocuparse de sus asuntos, de sus campos, de su matrimonio…

El enemigo del misterio eucarístico es la preocupación por el mundo, pues el mundo no tiene el deseo de Dios. Dios invita y responden: ¡No! ¡no tenemos tiempo! Tenemos muchos otras cosas que considerar: obras sociales, culturales, pensamientos filosóficos, científicos, políticos, etc.

Así es como en todo el universo la humanidad está tan absorbida por las «cosas» que hay que cumplir, que renuncia a su vocación esencial que es la de ser esposa de Dios y de ir al Banquete nupcial.

Podemos observar que los grandes objetivos en la vida no impiden particularmente la evolución espiritual, sino más bien la solicitación permanente de las cosas secundarias, la distracción, porque, debemos reflexionar bien: ¡todas las cosas que hay que hacer, los campos están siempre allí! Y cuando un Rey invita a su Banquete, podemos abandonarlos, hasta abandonar a la familia, los asuntos, la política para los cuales reservamos tiempo. Son las pequeñas las cosas que nos retienen.

La tentación más grande de nuestro tiempo – de todos los tiempos – es precisamente dejarse distraer. Todos son llamados, pero la humanidad está tan distraída, tan dispersada por las bagatelas cotidianas – importantes en apariencia – que no siente el deseo de decir: ¡Sí! Y sin embargo, cada Eucaristía que celebramos nos ofrece las primicias de esta invitación divina: «Todo está listo, el ternero graso está servido». El hombre que busca las Beatitudes, la felicidad, sólo tiene que decir : «Vengo».

¡«Hay muchos llamados, pero pocos elegidos!» anuncia Cristo en el Evangelio, todos nosotros estamos llamados, pero es elegido sólo el que responde, como María: «¡Sí!».

Encontremos pues el tiempo, veamos de nuevo nuestra escala de valores, encontremos un sitio en nuestro corazón, en nuestra existencia para un sí ardiente, sí soy libre, vengo al Banquete del Rey.

¡Amén!