Otras cartas pastorales

Queridos Mgr Germain, père Jean Louis,

hermanos, clercs et fidèles de l’Église Catholique Orthodoxe de France

La lettre de notre Évêque Germain nous a causé surprise et douleur, surprise par cet iniciative inattendue et déchirement par ce rejet permanent qui souffre la Bien-Aimée, la Fiancé, notre Église.

Bien sur, nous le savions déjà, nous avons fait le choix dans l’épreuve et nous acceptons cet exil avec joie, avec la claire conscience d’appartenir à la vraie Église du Christ, à la foi Orthodoxe que nous avons pu connaitre grâce à la puissance spirituelle de nos fondateurs, Mgr. Irénée Winnaert , Ivone, Maxime… et en particulier Mgr Jean qui comme une comète incandescente éclata en sillonnant les cieux au-delà de la mer pour nous rejoindre jusqu’à ces terres du Sud du monde, illuminant notre existence.

Ce que nous devons à Mgr Jean, à Mgr Germain, à l’Église catholique Othodoxa de France appartient à une dimension indescriptible…

Nous voulons vous exprimer l’adhésion totale au contenue de la lettre de notre Évêque Germain et nôtre complète participation, en esprit ainsi qu àtravers le père Nahuel, dans ce geste d’impositions des mains sur le père Jean-Louis, qu’aura lieu demain, 22 novembre á la Cathedral.

Nous serons en communion avec notre Mére Eglise dans l’ invoquation de l’Esprit-Saint dans les Tierces Royales de la Pentecôte:

« Viens Esprit-Saint, Dieu Créateur,
« Visite les esprits des tiens,
« et remplis de ta haute grâce
« les entrailles de l’univers.

Susana, père Alejandro,
et tous les fidèles de l’Église Ortodoxa de Argentina

IGLESIA CATÓLICA ORTODOXA DE FRANCIA
Villa Notre-Dame – 26, rue Friant
F-75014-Paris
París, 6 de noviembre de 2015
San Leonardo de Noblat

CARTA DEL OBISPO GERMAIN

a los clérigos y fieles de la Iglesia Católica Ortodoxa de Francia

En nombre de Aquél ante el cual se dobla toda rodilla en la tierra, el cielo y en los infiernos, Jesús-Cristo, nuestro Dios y Salvador, en nombre de Aquél que está presente en todas partes y que llena todo, el Espíritu de verdad, como también en nombre del Consejo episcopal y de la reunión del clero del 16 y 17 de octubre de 2015,
les escribo esta carta rogándoles tomar conocimiento de la misma con la máxima atención.

Nuestra Iglesia de Francia, por su origen en los tiempos apostólicos (los testigos, del siglo I y II, son los familiares del Cristo – Marta, Lázaro, María-Magdalena y los santos obispos de Arles, Viena, Lyon…) y por su restauración en el siglo XX (siendo sus dos apóstoles principales Irénée Winnaert y Eugraph Kovalevsky – el obispo Jean de Saint-Denis), nuestra iglesia es ahora un miembro viviente de la Iglesia ortodoxa universal.

Ella confiesa la fe de los antiguos (ver Nota en anexo), celebra los santos misterios según la liturgia de sus padres (San Germán de París), y lleva la misma existencia sacramental que todas las Iglesias ortodoxas.

Para su restauración progresiva, nuestra Iglesia recibió, la bendición de tres eminentes jerarcas de la comunión de las Iglesias-hermanas: Sergio de Moscú (1936), san Juan de Shanghai y de San Francisco (1957-1966) y Justin de Rumania (1972).

¿Y ahora? Continuando en la linaje de la Iglesia indivisa y ortodoxa – la verdadera Iglesia del Cristo – nuestra Iglesia católica ortodoxa de Francia se construye sobre la base evangélica del Cristo que dice: «Allí donde dos o tres están reunidos en mi Nombre, Yo estaré en medio de ellos» (Mt XVIII, 20).

Allí donde el Espíritu la guíe, la Iglesia reúne así dos o tres personas, dos o tres parroquias… Y ella quisiera y debería reunir dos o tres diócesis para entonces poder vivir conforme a la 34a regla apostólica, aquella que revela y organiza canónicamente toda Iglesia expresándose de esta manera:

« A los obispos de cada nación, les conviene conocer a aquél que, entre ellos, es el primero, de reconocerlo como cabeza, y de abstenerse de todo acto de importancia excepcional sin su opinión y aprobación.

Pero cada uno de ellos, en el lugar que le es propio, deberá hacer sólo lo que será necesario para su parroquia y para los territorios de su dependencia.

Que el obispo valorado como primero no haga nada sin la opinión de todos: así reinará la concordia, y Dios será glorificado por el Señor en el Espíritu-Santo: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo»

/ …

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Si bien, efectivamente, reunimos dos o tres personas y parroquias, nosotros no podemos reunir dos o tres diócesis u obispos. Estamos obligados a vivir, en la esperanza de la pluralidad de los obispos, buscando la benevolencia de las Iglesias-hermanas ortodoxas y de los obispos de estas Iglesias para esperar una ordenación (quirotonía), pues este sacramento no puede ser cumplido por un solo obispo.

¿Cómo hemos procedido hasta el día de hoy y desde la consagración episcopal (1972) del obispo actual?

1) El obispo, estando solo, se apoya regularmente en la reunión del clero mayor (sacerdotes y diáconos), considerándola como un sínodo o un concilio preparatorio al advenimiento esperado de los «2 o 3 reunidos en su Nombre»

2) Desde el 1974, el obispo y su Consejo piden sin descanso a las Iglesias-hermanas y a los obispos de estas Iglesias que realicen una o varias nuevas consagraciones para la Iglesia católica ortodoxa de Francia. Estas peticiones no dieron resultado hasta el día de hoy, incluso después de haber visitado doce sedes eclesiásticas (Constantinopla, Antioquía, Alejandría, Moscú, Sofía, Belgrado, Bucarest, Atenas, Varsovia, Kuopio y dos obediencias en los Estados Unidos: Rusos Fuera de Fronteras y Ucranianos emigrados).

Comprobamos que esta «cuarentena» (1974-2015) nos obligó a preparar el rostro más verídico posible de la Iglesia, llevándonos hacia nosotros mismos, sin la pretensión de extendernos más allá de nuestro territorio preparado y querido por Dios y por nuestros antepasados.

Ahora parece necesario dar un paso y, sin exigir a las Iglesias aquello que hesitan o se niegan a realizar, avanzar delante de los cielos y delante de las Iglesias según el modo siguiente:

I / Legitimar por la historia y por la vida que nuestra Iglesia es profética para el Occidente europeo contemporáneo, profética de la universalidad de la fe ortodoxa y de la necesidad de la existencia de iglesias locales en el corazón de las naciones.

Este profetismo implica dos registros:

– primero: hablar y enseñar a nuestra nación el Evangelio de la paz,

– segundo: bautizar y sacralizar los discípulos que viven en sus propios lugares históricos, lugares físicos y espirituales.

¿Qué vemos al respecto de esto? ¿Qué experiencia tenemos? Un endurecimiento contemporáneo, una desconfianza sobre el cristianismo, o una franca hostilidad sin ninguna ayuda exterior o interior.

Sin embargo, estamos en nuestra tierra de Francia, recibimos la fuerza de enseñar y la posibilidad de realizar la Iglesia por los sacramentos. De los sacramentos, sólo uno nos es negado: ¡»la ordenación» en su plenitud, es decir «la consagración de obispos»! ¡Estamos privados de esas 2 o 3 diócesis que fundan una Iglesia!

II / ¿Qué podemos proponer entonces para pedirle a Dios y a nuestros hermanos la plenitud eclesial, después de cuarenta años de espera?

Les propongo, con el consentimiento del Consejo episcopal y de la reunión del clero, un «teatro profético», una acción simbólica a semejanza de los profetas del Antiguo Testamento, en particular del profeta Ezequiel y de los locos en Cristo de la Nueva alianza.

Qué juego simbólico y profético podemos presentar sino el del «gesto de la consagración episcopal»? para desembocar, con la ayuda el Espíritu Santo, en una próxima consagración de obispo. De este modo podremos y debemos “empujar el juego” hacia una ordenación.

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¿Cómo hacerlo?

1) Los invito a todos, clérigos y fieles, a la catedral Saint-Irénée el domingo, 22 de noviembre de 2015, fiesta de la Entrada de la Virgen María al Templo, y el segundo día de la asamblea general ordinaria anual de nuestra Iglesia,

2) Celebraremos la divina liturgia e, inmediatamente después de la comunión eucarística, ubicándonos bajo la mano de Dios y sabiéndonos ni mejores ni peores que nuestros Padres, «impondremos las manos» todos juntos, clérigos y fieles, a nuestro candidato recientemente elegido para el episcopado, el presbítero Jean-Louis Guillaud.

Realizaremos este gesto invocando al Espíritu Santo con la sublime invocación de las Tercias Reales de Pentecostés:

« Ven Espíritu Santo, Dios Creador,

« Visita los espíritus de los tuyos,

« y llena de tu alta gracia

« las entrañas del universo.

Tal acción sacramental, aunque no conferirá la consagración, preparará la vía y será «precursora» de un acontecimiento considerable: la entrada de la Iglesia de Francia en el concilio de las Iglesias ortodoxas-hermanas.

3) Hasta el día preparado y a partir del momento en que ustedes hayan tomado conocimiento de esta carta, les recomiendo comer y beber poco.

Vuestro Servidor,
Germain obispo de Saint-Denis.
y de la Iglesia católica Ortodoxa de Francia

P.D. Esta carta ha sido comunicada a los obispos y otros primados de las Iglesias ortodoxas que manifestaron hasta el día de hoy benevolencia para con la Iglesia de Francia y, más profundamente, para con el Occidente cristiano.

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N O T A

Páginas 1 y 2 del informe de 1968 de la Comisión litúrgica de la Iglesia Católica Ortodoxa de Francia:

«… Por el término fe abrazamos no sólo el mínimo de los dogmas esenciales del cristianismo, sino la plenitud de la fe ortodoxa. No nos limitamos a los dogmas proclamados por los siete concilios ecuménicos que confiesan la Divina Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, un solo Dios en tres hipóstasis, iguales en gloria, las dos naturalezas de Cristo – divina y humana – las dos voluntades en una sola hipóstasis, María siempre Virgen Madre de Dios, la veneración de los santos iconos y de las reliquias, pero también todos los demás dogmas de la Iglesia, anunciados y enseñados desde los tiempos apostólicos y después de los siete concilios hasta nuestros días, ya sean los siete sacramentos, el descenso pre-eterna del Espíritu Santo que procede del padre, la gracia increada, la luz divina del Monte Thabor, el misterio de nuestra redención y de la salvación del mundo, los principios canónicos y morales de la Iglesia, la eclesiología ortodoxa, o la unidad de la Iglesia en la concordia de Iglesias-hermanas, iguales en poder, etc.

Cuando decimos: «fe», entendemos además la adhesión intelectual, la fe vivida, que ilumina nuestra existencia. El culto de la Iglesia es llamado a introducir al pueblo piadoso en la plenitud de la fe ortodoxa, por medio de los textos sagrados de la Biblia y por las palabras inspiradas de los Padres neumatóforos.»